Pain

octubre 19th, 2014

-A veces me maravilla el poder que tenemos para destruir. Para hacer daño. Hace poco que he podido vivirlo en la piel de otra persona. Si empleáramos ese potencial en construir se conseguirían grandes cosas. Pero a veces es más fácil acabar con todo, arrasar con lo edificado… Exige mucho menos esfuerzo…
Los seres humanos tenemos ese extraño poder de infligir dolor ilimitadamente. A veces, como en el caso de lo sucedido, parece que con ensañamiento, como queriendo dejar patente que se quiere herir por herir, por ver hasta dónde puede calar ese dolor, hasta donde llega la piel y se llega las entrañas. Una actitud de lo más perversa. Digna de la mente más retorcida. De la más ávida de carnaza…

Otras, en cambio, el dolor se inflige sin querer hacerlo. Todos cometemos errores, y a veces esos errores tienen sus consecuencias en otras personas. Duelen las presencias, pero también las ausencias. Duelen los silencios, como lo hacen los gritos. Las decisiones tomadas y las que no se toman. Los abrazos que no se dan y las palabras que no se pronuncian…

¿Estamos destinados entonces a hacernos daño para siempre? ¿Es ese un camino del que no puedes huir por mucho que te empeñes en seguir construyendo? Es una idea recurrente que sin querer se cuela muchas veces en mis escritos. Y la verdad, me parece muy triste que la desconfianza se instaure siempre como tarjeta de visita en las relaciones.
Quizás sea porque estoy atravesando un período de mi vida en el que intento apagar todos mis incendios, en lugar de avivarlos. Como decía hace poco mi chamana, de tus vivencias pasadas se desprende tu forma de actuar en el presente, y si no haces las paces con ellas, pueden marcar tu forma de reaccionar en el hoy. De la misma forma, tus relaciones anteriores marcan el nivel de dolor que estás dispuesto a sufrir. A veces injustamente para un nuevo proyecto que nada tiene que ver con los anteriores. Pero así somos, simios que aprendemos y nos lamemos las heridas hasta donde nos llega la lengua…

Mientras preparaba esta función, hace un rato, he leído este artículo de Neil Gaiman sobre Frankenstein y Mary Shelley, y sin querer esa referencia al monstruo que hace al final me ha vuelto a disparar ese sentimiento de que a veces es nuestra propia naturaleza la que nos lleva a destruir:

«the nameless creature in the shadows, monster and miracle all in one, back from the dead, needing knowledge and love but able, in the end, only to destroy…»

Somos monstruos y milagros en un mismo cuerpo, buscamos conocimiento y amor, pero al final, parece que sólo seamos capaces de destruir… Y es una pena…


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