Time
-Hace unos años apareció por Internet uno de esos vídeos capaces de remover muchas emociones… Debo confesar que a mí se me saltaban las lágrimas al verlo… En él se podía ver una de las performances de Marina Abramović en el MoMa del 2010. Para mí hasta ese momento, esta mujer era una perfecta desconocida, pero debo reconocer que este vídeo me tocó mucho en su día… Como describirlo con palabras es algo difícil y la persona que lo ha puesto a disposición de todo el mundo hizo un resumen perfecto, creo que es mejor reflejar aquí el contenido con sus propias palabras…
Separarse no es dejar de amar, y no siempre sabemos si lo hacemos por las razones adecuadas.
Marina Abramović y Ulay tuvieron una apasionada relación amorosa en la década de los 70’s. Cuando sintieron que se extinguía, hicieron un pacto: recorrerían la Muralla China, cada quién desde un extremo para encontrarse en el centro, darse un fuerte abrazo y no volver a verse.
Muchos años después ella expuso en el MoMa y presentó ‘el artista está presente’.
Como parte de la exhibición, ella se sentaría un minuto en silencio mirando a los ojos de quien quisiera sentarse frente a ella. Observa lo que pasó cuando sorpresivamente, él se sentó frente a ella.
Ver esas miradas… Esos gestos de nerviosismo… De aceptación… De AMOR con letras mayúsculas, después de tanto tiempo de separación… Me ponen los pelos de punta…
La casualidad se dio cuando el mes pasado la artista estaba haciendo una nueva performance en la Serpentine Gallery de Hyde Park… Sinceramente, teníamos intención de visitar esa galería para ver cuadros, pero cuando nos topamos con ella, recuperamos inmediatamente el recuerdo de ese vídeo y, a mí en concreto, me invadió un poco el miedo a lo que nos podríamos encontrar dentro…
Después de casi dos horas de cola, pues el acceso estaba controlado a pequeños grupos, entramos y nos pidieron dejar los móviles y demás en taquilla… Y nos dieron unos cascos para aislarnos del ruido… Entonces nos hicieron pasar… Había tres espacios delimitados… La sala principal, la más grande, sorprendía al entrar, pues en ella topabas justo al cruzar el umbral de la puerta con muchos de los asistentes con los ojos cerrados y en medio de la sala, estáticos, meditando… Yo al principio me situé en la pared y estuve observando… Pero no me atreví a participar…
Entonces nos movimos a la segunda sala, donde te ponían una venda en los ojos y te dejaban caminar libremente… Al principio era una sensación angustiosa… Sin poder oír y sin ver, te encontrabas completamente perdido… Pero si dejabas fluir tu conciencia y te abandonabas a esa sensación, era muy gratificante… A veces topabas con otra persona y mediante el tacto intentabas saludarle o incluso darle un abrazo (una de mis nuevas asignaturas es aprender a dar abrazos, y no, no creáis que un abrazo es sólo el gesto que hacemos todos, hay mucho más encerrado en él)… Perdí la noción del tiempo en ese espacio y topé varias veces con las paredes y con gente… Pero es cierto que la sensación de miedo desapareció del todo y se convirtió en un juego divertido… Al final, salí de ella y volví a la sala principal… La tercera sala, llena de sillas, quedó sin explorar…
Pero al volver a la principal, me di cuenta que la propia Marina estaba entre la gente que meditaba en pie… Y sin tiempo para poder reaccionar, en ese momento un chico me cogió de la mano y me llevó justo a un metro tras ella para dejarme allí… Entonces me pidió que cerrara los ojos… Y me puse a meditar, como he aprendido a hacer durante este tiempo…
La energía que desprende esta mujer es muy especial… Tanto en sus gestos como en su silencio… No podría expresar lo que se sentía allí, rodeado de toda esa gente y cerca de ella… Sólo puedo decir que fue una experiencia enriquecedora y que valió la pena que se diera esa nueva casualidad… Al final tuvimos la suerte de poder saludarla y hacernos una foto con ella…
Sinceramente, fue una experiencia que contada queda deslucida… Sólo puede vivirse… Pero yo sigo anclado en ese vídeo… Ese reencuentro… Y…
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