Man of the hour

julio 3rd, 2014

-Hace justo una semana que debería haber vuelto. Pero en el fondo no lo hice. Parte de mí se ha quedado todavía en aquellas calles. En las miradas de ojos claros de aquella gente. En la luz del sol que brilló durante casi todos los días y en la de los fluorescentes encendidos de los túneles del metro. Tampoco volví cuando debía porque los controladores se empeñaron en aguarme el final del viaje. Otra vez Madame Odamae acertó de lleno. Voy a tener que empezar a creer en ella. Sabía incluso que iba a salir de viaje. Y que algo tan inesperado como eso iba a suceder… Es una auténtica potencia de la adivinación, la señora… :)

20140619-madameodamae

Todo empezó hace un par de meses, cuando mi palmera se topó con otro bajón en esta montaña rusa de dunas en la que estoy embarcado.
-Necesitarías salir de aquí un tiempo. Ver otras caras. Divertirte -me dijo-. Ve de viaje con algún amigo.
La sola idea de tener que salir me tenía prendido de un hilo de temores tan finos que se romperían con la mínima brisa. Iba a ser el primero desde lo de Málaga y, sinceramente, no tenía ganas de recordar lo que era coger un tren y plantarme en Madrid o en cualquier otra ciudad. Aunque ha pasado ya un tiempo, aun recuerdo todo con demasiada viveza: los geniales desayunos en el Vips, mis solitarios churros en Málaga… Pero por otro lado, he confiado mucho en mi palmera; ya me conoce bastante y sé que sólo busca ayudarme, así que tuve que aceptar hacer ese esfuerzo y enfrentarme al desafío. En el fondo superar estos miedos te hacen más fuerte, y eso precisamente es lo que necesito en estos momentos… Nuevos retos para ponerme a prueba…
Así que acepté su propuesta, aunque algo inseguro por como reaccionaría cuando me diera cuenta de mi decisión. Entonces surgió la idea de volver a Londres. Ese viaje tenía muchas connotaciones implicitas, algunas buenas, otras no tanto. Para empezar era la vuelta a esas tierras después de un viaje muy divertido que hicimos los (entonces) tres solterones. Una aventura de fin de semana con puente del que se cumplían 11 años (lástima no haberlo recordado para haberlo celebrado el año pasado, pero no estaba para esas cosas). Por otro lado, era el viaje con el que hubiera querido celebrar el fin de mis estudios. Un regalo que por desgracia no pude disfrutar con quien yo quería. Y en todos estos días me he imaginado lo genial que hubiera sido recorrer las calles y los parques de esa maravillosa ciudad con esa persona, como en casi todos los viajes que realizamos juntos.

Han sido unos días plagados de coincidencias y casualidades… Canciones que aparecían en el momento más inesperado para contarme o recordarme algo… La muerte de Ana María Matute, de quien guardaba un recuerdo muy entrañable de una mañana de Sant Jordi en la que Ella cumplió un pequeño sueño en el cual me hizo muy feliz estar presente… Libros que aparecían en las estanterías de museos y librerías con mensajes que parecían hablarme a mí… Un viaje que he disfrutado, pero también que he sufrido, como parte de ese exilio autoimpuesto que debía ayudarme…

Aún no tengo claro si lo ha hecho o no, porque al volver estuve unos días algo decaído. Supongo que por la resaca de todas esas emociones y el añadido de las tensiones de los últimos días. Pero algunos de mis miedos se han evaporado y me he dado cuenta de que me defiendo muy bien solo (aunque el viaje lo hiciera en compañía, yo me he encargado de todo, como si realmente hubiera ido solo). Todas las crisis te hacen crecer y esta etapa que estoy pasando ha conseguido ese mismo efecto. Estoy muy orgulloso de ello.

Pero lo cierto es que desde que empecé a preparar el viaje con mi escudero, en mi mente se visualizó una extraña misión. Me propuse conseguir tres cosas de él. Tres de esos pequeños objetos que me acompañan o me acompañaron en el pasado:

1) Desde la visita de Neil Gaiman y aquel momento de la charla en que sacó su cuaderno del bolsillo interior de su chaqueta, me obsesioné con la idea de conseguir un cuaderno como el suyo. No paré de investigar por Internet hasta encontrar, gracias también a un par de chicas geniales que comparten mi pasión por él y que conocí a raiz de aquellos días, que solía escribir sobre cuadernos Moleskine de tamaño large y sin líneas. Quería convertirlo en un cuaderno para mis relatos, para llenarlo de los primeros borradores de mis historias. Y para inaugurarlo, quería hacerlo con ese relato sobre robots que quiero regalarle a I.. Finalmente, empecé el relato en otro cuaderno, porque quería aprovechar esos días para terminarlo, y también porque el dichoso Moleskine se resistió en aparecer unos días. Pero al final lo conseguí, aunque preferí que tuviera líneas y así sentirme más cómodo escribiendo en él. Y lo estrené con ese contrato del que os expliqué hace unos días, al que le he añadido una cláusula de parte de unos preciosos sellos que I. me obligó a comprar para utilizarlos como firma en un futuro. Ojalá tenga oportunidad algún día…

mensaje

También he puesto en la carpetilla que incorpora el Moleskine, una foto de mi encuentro con Neil Gaiman que mi hermano y su novia me han impreso. Espero que me sirva para motivarme en los momentos de decaimiento… Recordar aquella magia es algo fundamental para mí, si quiero seguir vivo en esto… :)

2) También quise conseguir una pluma nueva, como parte de esa nueva tradición que empecé en Madrid, pero ese objetivo no pude cumplirlo. Realmente no recorrí muchas papelerías, y en las grandes cadenas, las plumas eran demasiado frías. No me transmitían nada. Así que esa misión ha quedado pendiente. No está bien dejar todos los asuntos cerrados. Así se tienen motivos para volver algún día… :)

3) Y para acabar, quería conseguir un nuevo anillo que pudiera llevar como años atrás sin que tuviera atados a él tantos recuerdos, ni que implicara llevarlo con temor por perderlo, como pasó con el de mi madre (el rescate del cual es uno de los momentos más épicos que he tenido en mi vida).
No sé exactamente cuándo, pero en mi mente empecé a visualizar cómo quería que fuera ese anillo. Y me imaginé un aro plateado con una banda negra central. Ni siquiera tenía claro si existiría. Pero con esa idea llegué a la ciudad y visité puestecillos y tiendas de los mercados por los que pasamos. En Portobello vi uno plateado con partes pulidas y sin pulir que me gustó mucho, pero finalmente no llegamos a un acuerdo con el precio y lo dejé. Quizás me esté esperando en otra ocasión. También fue gracioso encontrar uno de mis antiguos anillos allí. Casualidad (otra). Pero fue en un puestecillo de Camden que regentaba una chica hindú que se dedicaba a aplicar henna a las manos de sus clientas, donde vi El Anillo. En aquel momento me pareció el mismo que aparecía en mi mente, aunque con un poco de detenimiento se podía ver que la banda oscura no llegaba a ser negra, quizás por la luz de aquel día algo encapotado. Ese motivo casi me lleva a dejarlo allí. I. me dijo entonces que era verde, y eso no ayudó demasiado a que me decidiera a llevármelo. Gracias a Dios que mi problema con los colores no me llevó a verlo demasiado verde, sino más bien oscuro, que era como lo quería. La chica además me ofreció llevarme tres anillos por el precio que en el anterior mercado me pedían por el plateado, así que entonces no lo dudé. Finalmente compré mi anillo y no tardé ni un instante en ponérmelo. Era muy importante para mí hacerlo allí mismo.

Con el paso de los días, me fui dando cuenta de qué tipo de verde era. Y algo se removió en mi interior. Porque es un color «verde aguas turbias» maravilloso, como yo lo llamaba… En su parte central tiene una ráfaga más clara con el tono exacto… El color precioso que tanto quise… Que tanto me recuerda…

anillo

Pero ese es un recuerdo que extrañamente no me duele… Lo guardo con cariño… Siempre pensaré que es un color bonito, por muy mal que pueda sonar su nombre… :)
Hace poco leí que sólo un 2% de la población mundial tiene los ojos verdes… Fui muy afortunado al encontrar unos y poder verlos durante tanto tiempo… Esos y los de mi abuela siempre han sido mis favoritos… :)

Volver fue una auténtica quimera en la que intervinieron dos cambios de vuelos, nervios, desesperación por la situación, colas interminables y acabar llegando a Valencia un día después del plan original para coger un tren que nos trajera a casa a las tantas de la madrugada. La otra opción hubiera sido volver cuatro días más tarde. Los controladores la habían liado bien. Les agradezco la faena de todo corazón…

Una vez en casa, casi no descansé en los días siguientes, pero tampoco lo noté. Por una vez, me di cuenta de que en mi nueva condición soy más duro físicamente, que tengo más aguante (cuando ya tenía mucho anteriormente), y eso me anima a seguir por el mismo camino que llevo hasta ahora. Seguir con constancia y apartar la pereza… Pronto conseguiré mejorar aún más…

La noche siguiente acudí con mi hermano al concierto de Extreme (otra retorcida coincidencia, o debería llamarlo broma, del destino)… Lo pasamos muy bien y yo, a pesar del cansancio acumulado y de las pocas horas de sueño, no paré de bailar. Creo que en ningún concierto de los que he estado lo he hecho como esa noche. Pero tenía muchas ganas de liberarme de todo… De recuerdos, de malentendidos y de cargas del pasado… Luego pudimos saludarles, fotografiarnos y hablar con ellos, como sucedió en Madrid… Fue un final muy especial para una semana de lo más agotadora…

Ahora todo está más calmado… La normalidad ha regresado y yo vuelvo a tomar conciencia de mi realidad. Del punto de mi vida en el que me encuentro. De las piezas con las que puedo jugar y del futuro que quiero construirme. Y tengo claro que voy a conseguirlo. Que saldré de esto y que encontraré el final del desierto. Sólo es cuestión de tenacidad, fortaleza e ilusión… Ya lo veréis… Seré un nuevo hombre cuando todo esto acabe…


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