Alone

noviembre 25th, 2014

-Es curioso, pero desde hace un tiempo me voy dando cuenta de que me estoy acostumbrando de nuevo al silencio y la soledad… Siempre me había considerado una persona solitaria: cuando era pequeño, me metía en mi cuarto y me sumergía en alguno de mis libros o mis proyectos, sin tener constancia de lo que me rodeaba… Cuando me he implicado en algo, lo he dado todo; supongo que es ese lado perfeccionista de mi personalidad que me obliga a invertir horas y horas puliendo algo para dejar lo mejor de mí en ello… Pero es cierto que esa soledad no era absoluta, porque sabía que al otro lado del pasillo estaba mi hermano, o mi padre en el comedor, viendo la tele, o mi madre en la cocina seguramente… Una familia demasiado tradicional, como veis…
El caso es que ya de mayor y cuando las cosas empezaron a cambiar, ese sentimiento de soledad transitoria se acrecentó un poco más; la nueva casa era enorme y cada uno ocupaba su espacio, cada uno en su pequeña pecera, sin más interacción que coincidir en la cocina para comer o cenar… Es una pena que la desaparición de mi madre aumentara más aún esa sensación de vacío… Ella era la que nos mantenía en gran parte unidos; una piedra angular que no pudo sustituir nada… Y algo a lo que nosotros aún no hemos podido poner remedio… Recalco el «aún», porque afortunadamente estamos a tiempo…

Luego llegó Ella, y mi soledad empezó a desvanecerse. Ese solitario esporádico había aprendido a contar con alguien día a día… Aun en la distancia, manteníamos contacto a diario por cualquier medio imaginable. Los intercambios de mails eran interminables y las llamadas para escuchar la voz del otro hacían más llevadera la lejanía. Cuando finalmente convivimos juntos, esa soledad se acabó por marchitar del todo. A pesar de las ausencias importantes que había sufrido en mi familia, Ella estaba allí y yo estaba para ella. No estaba solo. Fueron tiempos en que abandoné este escenario o gran parte de mis hobbies, como la escritura, que ahora vuelve a ser parte de mi aliento, para compartir con ella muchas otras cosas y momentos… En cierta forma, dejé de ser yo mismo, y es algo de lo que me arrepiento y que he hablado muchas veces con mi amigo I.: si dejas de ser la persona que eres, la otra persona deja de quererte, porque ya no eres el mismo… Has cambiado… Cuando en realidad no lo has hecho, sólo te has abandonado… Aunque la causa haya sido precisamente la otra persona… Aun así, el error es de uno mismo… Perder tu esencia te hace ser quien no eres… Es una lección muy importante que aprendí y que no quiero olvidar en el futuro…

De nuevo me quedé en ese limbo de soledad intermitente… Y aunque es cierto que hace un año de todo esto, también lo es que hasta hace relativamente poco ha sido especialmente duro. Los días han dejado cada vez más huecos en los que he estado solo, y es en esos momentos en los que la cabeza empieza a tramar ideas no demasiado constructivas… Afortunadamente he contado con I. y con mi chamana durante estos meses, quienes me han ayudado a mitigar esos momentos en que he arañado la puerta como un cachorro que quiere escapar de casa y necesita contacto humano. Me recuerda a lo que me decía mi abuela, que estaba deseando mi llamada diaria o que la visitara en su casa, «como un perrito»… Si alguien sabía de soledad, era ella…
Aunque si hay algo que he aprendido de todos ellos es que la soledad no es mala… Y en cierta forma es necesaria para reencontrarte y buscar esa paz contigo mismo… Si no eres capaz de vivir solo, no eres capaz de vivir con alguien… Ahora, aunque también tenga esos momentos de necesidad por intercambiar palabras con alguien (quien lo iba a decir, viniendo de ese al que todos dicen que es «demasiado callado»), también tengo mis momentos de retiro diario, en especial los fines de semana, cuando la actividad del día a día deja paso a las horas interminables en una casa muy grande… Dentro de poco llegaré a la soledad absoluta, y por eso quiero ir preparando ese futuro…

Pero como decía, hace muy poco que me doy cuenta de que vivo mucho más en el silencio y la soledad… Quizás la soledad no sea una sensación del todo nueva para mí, pero, el silencio… Eso es lo que más me sorprende… Yo, que cuando llegaba a casa siempre debía encender la televisión o poner algo de música para no reacer en que nadie me diría «hola» o me preguntaría por cómo había ido el día… Esa misma persona, ahora se sienta frente a la mesa y se pone a escribir o a revisar cualquier cosa, muchas veces sin ser consciente de que lo hace en silencio, hasta que han pasado varias horas y se da cuenta de lo sorprendente que resulta para él mismo… Ha sido un descubrimiento reciente que me tiene bastante alucinado… Y no tengo una explicación racional para eso… Porque quizás no es en la razón donde tenga que buscar las respuestas…

Realmente no sé por qué he sacado este tema… Este mes que acaba ha sido extraño, con momentos memorables y divertidos, y también con algunos algo tristes… Quizás han sido las fechas que lo han salpicado… O quizás haya sido porque, hace poco, me enteré de la muerte de un antiguo profesor mío del colegio, y me impresionó mucho saber que le encontraron solo en su casa, varios días después de fallecer… No tenía amigos ni familiares cercanos conocidos… Una situación demasiado decadente para un profesor que había sido terrorífico para nosotros, y con una personalidad muy fuerte, casi diría que agresiva en algunos casos… Ha sido todo muy chocante… No sé por qué, me ha recordado la sensación de desolación de los chicos de Cuenta Conmigo al encontrar al niño desaparecido…
Pero lo cierto es que, aunque deba aprender de mi soledad, también sé que no quiero vivir toda mi vida así… Si no encuentro alguien con quien compartir mis días, quizás lo hará un gato… O un perrito…


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