Steel Rain

octubre 3rd, 2014

-Nunca te acabas acostumbrando a ella… Cuando crees que esa última vez la has superado, que ya eres más fuerte, en la siguiente vuelves a caer en las mismas sensaciones, en aquella espiral de recuerdos; el mismo olor a habitación de hospital, el tacto de la piel fría y las caras ojerosas de los que esperan al otro lado de la puerta…
La muerte tiene un poder liberador; acaba con el sufrimiento que se va acumulando durante los últimos momentos de una vida tanto de la propia persona como de los que le rodean y lo transforma en un páramo de vacío que parece que no duele tanto… Es un dolor que queda oculto de la superficie… Pero también es un vacío que se llena de tristeza… Sobre todo cuando el que se va ha vivido tanto y la forma en que desaparece es tan deprimente e injusta…

La familia de mi abuela siempre ha sido muy fuerte. En tiempos de guerra recorrieron media meseta con su pseudo-circo, intentado ganarse algo de pan con niños que tocaban la trompeta o se disfrazaban de payasos… Sólo conozco esas anécdotas por mi abuela, que me contaba lo duros que habían sido esos tiempos… También sé de su dureza cuando viví junto a ella todos los bandazos que la vida le iba a deparar en sus últimos años…

El tío Andrés no había sufrido tanto porque era el más pequeño y no le hacían pasar por todos aquellos avatares… «Míralo el guaperas, ¿dónde vas?» me decía siempre que nos cruzábamos por la calle. Las últimas veces que me lo había encontrado, sorprendía que vistiera de un impoluto blanco y con un sombrero de paja, cuando él siempre había vestido con ropas muy excéntricas y con pieles o cuero. Lo que no perdonó nunca fue su bigote. Siendo peluquero, era algo que no recuerdo que se hubiera quitado nunca, y aunque hubo una época en la que me recordaba a Freddie Mercury, últimamente llevaba el suyo muy perfilado, con un corte extravagante, como era él.

«¿A ver si sabes quién es?» me dijo una mañana mi abuela enseñándome una fotografía de un hombre con dos niños que llevaban ropa interior y todos ellos con sombreros mexicanos. Y efectivamente era él, con camiseta de tirantes y calzoncillos azules, un cinturón con cartucheras y pistolas y sus brazos en jarras. Era un anuncio setentero de ropa interior, y me hizo mucha gracia verle así. Aún conservo esa foto en el piso de mi abuela… :)

Siempre me quiso mucho… De hecho siempre me decía que era muy guapo y fue el primero que me dijo que el pelo rapado me sentaba bien… Era muy cariñoso y se interesaba mucho por mí, incluso este último año en que mis cosas habían cambiado un poco… Se quedó muy sorprendido cuando se lo conté, porque él siempre nos había visto como una pareja que se quería mucho… Me dijo que si yo creía que valía la pena, luchara por ella… Pero cuando le dije que ya había hecho todo lo que podía hacer y que todo estaba perdido, y le relaté lo que había puesto de mi parte, me comprendió. Entonces me dijo que me preocupara por recuperarme y que si tenía que llegar algo, ya lo haría… Que la vida ponía las cosas en su sitio al final y que a mí me tenía que llegar algo bueno…
Fue una persona que vivió como quiso… Sin miedos… Y es algo que siempre admiré de él, a pesar de que también fue un poco irresponsable en determinadas circunstancias… Pero supo disfrutar de lo que le ofreció la vida al máximo, tal como vinieron las cosas… Sin dar explicaciones… Por eso me gustó que me aconsejara aquellas palabras frente a su piso…
Y eso hice… Preocuparme por mí (aunque no pueda dejar a veces de preocuparme por los otros, y es algo en lo que tengo que mejorar)…

Se ha ido hace una hora y media… Aún es algo extraño… Sólo he querido dejar constancia de la pena que me ha dado con estas atropelladas palabras… Se han removido demasiadas cosas del pasado estos días… Muchas vivencias con el extraño olor a despedida que lleva impregnado la muerte…
Prefiero quedarme con la imagen que tengo de él vestido de blanco que la que tengo de su paso por el hospital… Ahora ya no sufre… Es lo bueno de que las cosas acaben… Se consume el dolor… Se recomponen las heridas y los que se quedan piensan en el tiempo que les queda por delante…

Dicen que los Escorpio tiene un corazón de acero…

Pero el acero se oxida a veces, y se llena de las muescas de sufrimiento que han quedado atrás… Hoy tengo una más en el mío, pero no dolerá por mucho… Estoy seguro de que él debe estar montando ya una fiesta allí donde esté y yo tengo que hacer lo mismo… Cada una de esas antiguas cicatrices significa una victoria más… Y cada sonrisa que muestras, es un paso adelante hacia el final del desierto… Y yo voy a sonreír y a seguir dando pasos…


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    (Patrick Ness)

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