«and with this ring I play so dead…»

mayo 3rd, 2014

-Al final Madame Odamae tenía razón. Después de esta semana nada sería igual…
Hoy en un alarde de hiperactividad, decidí que tenía que lavar el coche. Hace unas semanas cayó una lluvia de barro que fue la comidilla de toda Barcelona por unos días y que dejó todo como si hubieran volcado kilos de arena encima. Mi coche no fue excepción, y como no quería perder demasiado tiempo (el tiempo es de las pocas cosas valiosas que tengo ahora), pensé en llevarlo a un autolavado por primera vez. La verdad es que tenía hasta ganas de probarlo, como los niños cuando van a subirse a una atracción en la feria. Ha sido divertido.

autolavado

Al llegar a casa, siguiendo con mi enajenación temporal, he decidido que para dejarlo del todo listo, lo limpiaría también por dentro. Hacía años, desde nuestro último viaje a Málaga, que no lo hacía. Aunque pueda parecer imposible, tampoco lo necesitaba, pero quería cerrar ese capítulo también. Recoger los rastros que quedaban de aquello… Para mí era algo difícil pero lo estaba llevando bastante bien…
He aspirado todo el coche, he llenado un cubo de jabón y, esponja en mano y bayeta en la otra, he ido limpiando con la satisfacción de estar haciendo algo positivo. Algo de lo que me sentiría contento al acabar. Y era así… Hasta que ha llegado el momento de recoger…

He vaciado el cubo en la alcantarilla que hay al lado de casa, y al quedar todavía con mucha espuma, he llenado una segunda vez el cubo para aclararlo. Y ha sido al volcar ese segundo cubo cuando he oído un tintineo de algo que caía. La verdad es que me ha extrañado, pero no le he dado importancia, creyendo que quizás era alguna pieza pequeña del coche que al pasar la esponja me había llevado por delante. Una vez recogido todo he decidido ir a prepararme la comida. Así que me he ido a lavar las manos. Y al secármelas y mirar mi mano derecha (algo que hago instintivamente desde que tengo lo que ahora he perdido), me he dado cuenta de que mi anillo no estaba. Enseguida he relacionado ese tintineo con él y se me ha caído el mundo encima…

Ese anillo me lo dio mi abuela tiempo antes de morir. Según me dijo, era un anillo que había sido de mi madre cuando era pequeña (de hecho, yo lo llevaba en mi dedo meñique, porque no me cabía en ningún otro dedo). Según me dijo, tanto mi madre como mi tía habían tenido uno igual, una pequeña alianza de oro. Mi abuela siempre me pedía que llevara una pulsera o una cadena de oro al cuello; le hubiera gustado que un día hubiera aceptado llevar algo así, aunque a mí nunca me atraía la idea. Pero un anillo era diferente. Siempre me han gustado y he tenido una relación especial con ellos. Así que accedí a quedarme con él. Y desde entonces lo llevé en mi mano y lo atesoraba como algo de lo que no podría separarme nunca.
Desde que lo llevo, y especialmente en estos últimos tiempos, se había convertido en una especie de interruptor. Cuando estaba dándole demasiadas vueltas a la cabeza o nervioso, lo hacía girar en mi dedo pidiendo algo de calma. Y solía funcionar. No sé cómo voy a suplir ahora eso.

Es curioso que mi amigo I. también intervenga en esta historia. Hace unos meses, comentando el tema de mi brazo, me dijo que por qué no me cambiaba el anillo de mano, no fuera que me estuviera dificultando la circulación en él (ya que entonces lo llevaba en la izquierda, la del brazo afectado) y yo acepté la sugerencia. Aunque parezca extraño, en mi otra mano el anillo bailaba un poco, pero no hasta el punto de peligrar. Incluso hace justamente una semana, en nuestra cita del pasado sábado, salió el tema del anillo, porque él creía que ahuyentaría a gente que quisiera conocerme por interpretar que era una alianza de casado (que ni lo era, ni estaba en el dedo que corresponde)… Tuve que contarle la historia de ese anillo para que supiera lo equivocado que estaba… Ahora ya no tendrá motivos para temer por mí futuro… Una maldita alcantarilla se ha encargado de ello…

alcantarilla

Mirando atrás, mi relación con los anillos ha sido bastante peculiar. El primero de ellos al que le tenía un cariño muy especial lo perdí en mi primer viaje a Málaga, en un restaurante italiano. Otro de ellos se partió. Otro lo regalé y espero que siga estando en las manos en las que lo dejé. Los tres relacionados con Ella. Sólo me quedaban dos anillos especiales para mí. Uno que me quité cuando se acabó nuestra historia, porque era muy duro llevarlo e ir recordando todo lo vivido juntos, y éste que ha desaparecido hoy…

¿Y si no me hubiera cambiado el anillo de mano? ¿Y si me hubiera dejado de tonterías y me lo hubiera quitado para limpiar? Pues quizás aún lo tendría. Pero los «y si» son cuestiones que sólo sirven para martirizar más a los que ya no pueden hacer nada… Lo aprendí hace no mucho tiempo… Hice lo que consideré que estaba bien… Confié… Y me tocó perder… No hay más explicaciones que dar…

He revisado unas cuantas veces los alrededores de la alcantarilla y el interior, aunque la espuma no ha bajado y es difícil poder ver algo desde esa altura… Mañana volveré a revisarlo todo y supongo que el lunes llamaré al Ayuntamiento por si se puede hacer algo… Aunque me temo que está todo perdido…

Intentando pensar con todo lo que he aprendido en este tiempo, he interpretado que es una señal de la vida para decirme que tengo que dejar de apegarme tanto a lo material… El sentimiento se lleva dentro, y por mucho que haya perdido ese anillo, eso no es indicativo de haber dejado de querer a mi madre (lo más retorcido del tema es que mañana es el Día de la Madre), ni mucho menos… Pero me ha dolido… Intento autoengañarme pensando que quizás mi abuela se equivocara (durante sus últimos años a veces no sabía lo que hacía) y que ese anillo realmente no tuviera nada que ver con el pasado de mi familia… Ojalá… Me sentiría menos culpable…
Es una pena que las lecciones se tengan que aprender siempre a malas. Aunque, como dice mi profe de cocina, quizás si no fuera de esa forma, no se aprenderían nunca… Sólo espero que de la misma forma que se ha ido éste, en el futuro me llegue otro… Aunque no vaya a poder reemplazar al perdido… Noto que me falta algo… Me siento desnudo…

Al final Madame Odamae tenía razón…


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