Preaching the end of the world

marzo 15th, 2014

– Una vez creí que cuando llegara el amor a mi vida, iba a ser para siempre… Realmente siempre tuve una concepción muy clásica de este tema, lo reconozco… Creía que cuando conociera a esa persona, sería mi compañera hasta el final, hasta que la muerte nos separara, como dicen en las bodas… Que construiríamos un hogar, tendríamos niños y seríamos como los viejecillos de Up: una pareja feliz y cómplice para toda la vida…

Quizás ese razonamiento fuera culpa de los referentes que fui teniendo a medida que crecía. Los 80s eran una época donde la cultura marcaba tendencias, y aunque también se empezó a transgredir con muchas cosas (la música, las drogas, el sexo), es cierto que en la educación dirigida a los pequeños, esos estándares seguían vigentes. Transmitir esos valores de nobleza, fidelidad o altruismo estaban a la orden del día… Sólo tenéis que recordar a He-Man y los Masters del Universo (que incluso reservaban una parte al final del episodio para contar la moraleja de la historia), Willy Fog y la Vuelta al Mundo en 80 Días, Dartacán y los Tres Mosqueperros o Los Pequeñecos, entre otras series para ver a lo que me refiero.

En mi nuevo aprendizaje me he dado cuenta de lo equivocado que estaba. Somos seres orgánicos envueltos en una espiral universal de cambios. Es normal que nada dure para siempre. Ya lo decía Heráclito: «todo fluye, todo cambia, nada permanece»… Y las emociones no son menos…
Los cosas han cambiado mucho en estos años y esas referencias, en un mundo tan cambiante como el actual, han perdido parte de su vigencia. Hoy en día es muy difícil encontrar parejas que se aguanten más allá de 10 años. Incluso personas que se unen en matrimonio, acaban divorciándose por sorpresa al poco tiempo. Las relaciones se rompen con la facilidad con la que se rasga un papel. Años atrás, se aguantaban carros y carretas (y no digo que eso fuera lo correcto), pero se tenía más paciencia, se intentaba comprender al otro, empatizar y valorar lo que se tenía. Hoy vamos a otra velocidad. Todos corremos en busca de la propia felicidad arrasando con lo que se ponga por delante. Como las mantis devorando a su amado… No hay esperas. Es ahora o nunca… O al menos, esa es la sensación que tengo… Y no juzgo si estos momentos son mejores o peores que el pasado, simplemente, evidencio que todo es diferente ahora…

A pesar de todo este entorno cambiante, mis sentimientos fueron siempre los mismos durante estos años… Yo seguí pensando todas esas cosas… El amor para siempre, la persona ideal, el complemento soñado… Porque no me ha gustado nunca jugar con la vida de nadie, de la misma forma que no me gustaría que nadie jugara conmigo y con mis emociones… Me hubiera sentido muy ruin… Quizás porque tengo esos valores demasiado asimilados en mi interior… Pero lo cierto es que nunca dejé de creer en ese futuro, a pesar de los altibajos que todos sufrimos…

Una de mis películas favoritas por aquellos tiempos fue (es El secreto de la pirámide (o El Joven Sherlock Holmes). Me encantó la excusa de recuperar a un personaje tan carismático como Sherlock Holmes dándole un origen y jugando con él. También me impresionó en su día la estética y el hecho de que apareciera la civilización egipcia en la historia (por entonces creo que quería ser arqueólogo, después de haber visto Indiana Jones). Y sobre todo, me apasionó la aventura y los giros narrativos, incluso después de los títulos de crédito. La habré visto casi cincuenta veces, sin engañaros. Creo que compite con los Goonies a segunda película que más veces me he puesto (la primera es, incuestionablemente, Laberinto), hasta el punto de conocerme los diálogos casi de memoria.
En uno de los lances de la película (las partes de impasse que en realidad no me atraían mucho a esa edad) un chico muy estirado y bobalicón que se llamaba Dudley se quería dar aires de grandeza pavoneándose ante un grupo de compañeros, entre los que estaba el joven Holmes. Hablaban de lo que iban a ser de mayores.

Entonces Dudley preguntaba:
– “Holmes. ¿Y tú qué? ¿Qué quieres ser cuando seas mayor?”
Y Sherlock contestaba:
– “No quiero vivir solo.”
Y dirigía una mirada a Elizabeth, su amada.

Esa respuesta me quedó grabada para siempre. Muchas veces en mi vida la he recuperado y he revisado si yo respondería lo mismo o no. Ha habido épocas en las que pensaba que era absurdo que alguien no fuera capaz de vivir por su cuenta, sin depender de nadie. Luego, al probar las mieles del amor, pensé que efectivamente había logrado lo que quería. Había encontrado la persona con la que quería estar. La perfecta, a pesar de las imperfecciones que todos tenemos. La compañera que me entendiera y apoyara, y que valorara esas mismas cosas de mí hacia ella.

Pero ese futuro quedó desintegrado en un limbo de imposibles… Y además, me he dado cuenta de que será difícil volver a coincidir con alguien hasta el punto de poderla considerar un alma para toda la vida. Somos todos muy diferentes y todo es efímero… Y apostar tu corazón de nuevo en estos momentos, da miedo. El dolor por el que estoy atravesando me aleja de intentar recaer en ese idílico mañana. Es como el lobo que sale ahuyentado por el fuego de una antorcha. La travesía por el desierto está siendo muy dura, no os lo podríais llegar a imaginar. Ni queriéndolo a posta, hubiera conseguido hacerme descender tan profundamente a mis infiernos… El barco nunca se había encontrado en una situación tan lamentable. Los misiles acertaron de lleno en la línea de flotación de la nave y el naufragio ha sido inevitable. Y si dejo constancia de este momento aquí, es precisamente para en un futuro poder releerlo y comprobar si este dolor todavía hace mella o si al fin he conseguido superarlo y ser más fuerte. Pero los días son muy largos y las noches tienen demasiados tintes de recuerdos. Lo peor de todo es que no hay fórmulas mágicas para superar estos avatares. Sólo el tiempo. Y el tiempo pasa tan lento a veces…

No he perdido la esperanza en mí y en que algo bueno tiene que llegar después de todo este camino. Por el momento, hay que restaurar los daños en el casco y concentrarse en sobrevivir día a día, sin mirar atrás… Y mientras, empezar a aprender a vivir el resto de mis días solo… Porque, aunque nadie sabe cómo evolucionará el futuro, por el momento no podría soportar un daño más como ese…


(el video tiene delito… uf…)


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