Drive My Car

diciembre 9th, 2013

-Hoy, cuando volvía del sitio en el que ocupo las mañanas lejos de estos escenarios, he tenido que ir detrás de un coche cuyo conductor no era precisamente un as al volante. He llegado a pensar que estaba un poco bebido, porque iba haciendo extrañas «eses» en el carril. Yo no he querido entrar en el juego del nerviosismo. Precisamente, trato de alejarme de todo eso… Así que al llegar a uno de los semáforos, me ha venido a la mente la época en la que yo me estaba sacando el carnet de conducir…

Era uno de los primeros días cogiendo el coche. Por suerte, el instructor era un tío abuelo mío, que era profesor de autoescuela. No es que tuviera ningún trato de favor, pero simplemente podía coger el coche durante la ida y la vuelta a la academia (que estaba en un pueblo cercano), con lo que me ahorraba alguna clase práctica. El caso es que, como os habrá pasado a muchos, el coche me parecía el artefacto más complicado de la historia: tener que controlar el embrague, poner la marcha, soltar el pedal poco a poco, acelerar… En fin, demasiadas cosas que tenías que intentar coordinar a la vez. Creía que nunca lo conseguiría. Pero entonces mi tío abuelo, que veía la tensión que llevaba al volante en aquellas primeras clases, me hizo un comentario que me cogió de imprevisto:
-Tienes que ir más tranquilo, más relajado. Mirando a la izquierda y a la derecha. Mirando la gente, el paisaje. Cambiando la radio…
-¿Pero cómo quieres que haga eso? Si estoy que casi no consigo llevarlo -debió contestarle un jovenzuelo iscariot que por entonces vestía unas camisas algo chillonas.
-Pues lo tienes que hacer. Ya verás. Tienes que conseguir incluso verle las caras a los que conducen en la dirección contraria. Y las faldas de las chicas…

Mi tío M. fue la viva estampa de los galanes de las películas antiguas: siempre cuidadoso con su indumentaria y su aliento, bien repeinado y perfumado, y con un extenso y embelesador vocabulario para engatusar a las mujeres. Además de un bigote a lo Errol Flynn que, incluso con las canas, le hacía parecer un hombre de lo más interesante. Era un gran amante del cine, hacía proyecciones por los pueblos en verano con una camioneta, así que no me extrañaría que fuera su referente.

Por supuesto, yo no estaba para esas historias y continué con la mirada fija en lo que tenía delante, sin ninguna pretensión de hacer alguna de aquellas cosas…

Parado en el semáforo este mediodía, me entró la risa… Qué tonto era entonces… Algo que creía que no iba a conseguir al final fue una total nimiedad… He llegado hasta a beber agua mientras conducía, lo más osado que he hecho, porque tampoco me gusta perder la cabeza con el riesgo…

Estos días también tengo esa sensación de no poder superar lo que se me viene encima… De estar acojonado en un volante virtual que me lleva hacia el futuro sin frenos y de verme atrapado por lo que he dejado atrás… Pero espero que otra vez la vida me demuestre lo equivocado que estoy… Que el coche sigue moviéndose mientras tú aprietes el pedal… Y que lo que parece hoy una montaña, con el tiempo, acaba siendo del tamaño de una pulga…

Tiempo… Un día…


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    Un monstruo viene a verme
    (Patrick Ness)

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