Faith

diciembre 6th, 2013

-Era 1 de noviembre y yo estaba solo en una ciudad casi extraña. Tenía todo el día por delante sin saber qué hacer. Sólo podía vagabundear por las calles esperando a que las horas pasaran para volver al hotel. Todo fue el resultado de una sorpresa que más que eso se convirtió en una broma pesada y con el tiempo en un adiós que nunca hubiera imaginado… Pero como os decía, con todo ese tiempo por delante empecé a caminar hasta que llegué a la catedral. Hasta ese momento, mi paseo había sido un repaso a todos esos años cruzando la ciudad en compañía de la persona que me había llevado hasta allí. Cruzar las calles donde compartimos helados, donde compramos recuerdos para mi abuela, donde compré mis primeros libros de escritura, etc.

La catedral no era precisamente un lugar que tuviera un interés especial en visitar. No soy practicante, aunque no puedo decir que no sea creyente. No sé en qué creo, pero creo que hay algo. Así que, aunque no tenía ninguna pretensión en especial, crucé las puertas. Este tipo de sitios suele sorprender por el silencio sobrecogedor y los ecos y chirridos de los bancos al moverse. Hoy en día, con el turismo, mucha gente no sabe respetar ni agradecerlo. Es una pena.

catedral

En cuanto llegué, me senté en uno de los bancos. Me sentí en paz, sinceramente. Me sentía como en mi casa. Por unos instantes dejé que mis pensamientos me llevaran donde quisieran. Empecé a recordar a aquellos que se habían ido, pues era Día de los Difuntos, y de ahí seguí a la situación por la que estaba pasando yo en aquellos momentos. Y me puse a llorar como un imbécil. Son esas cosas imprevisibles que a veces me pasan. Hace poco he tenido otro episodio parecido. Sin venir a cuento, me sorprendí a mí mismo sacando pañuelos de papel e intentando ocultarme de las miradas del resto de gente que pasaba.
Y una vez conseguí reprimirme, me puse a rezar… Os vuelvo a decir que para mí es tan inusual como os pueda parecer a muchos de inútil… Pero el caso es que pedí por los míos, por los que están vivos y por los que ya no, y pedí por los que yo quería, aunque ese cariño no fuera correspondido…

Cuando terminé, salí de la catedral con una sensación extraña… Porque como os digo, no tengo ningún interés especial en la Iglesia y en todo lo que implica… Pero aquel acto me devolvió por unos instantes a la serenidad… A sentirme reconfortado y a tener esa sensación de mantener el corazón limpio y caliente…

Al día siguiente, compré dos plumas estilográficas muy bonitas y me fui de la ciudad con una despedida agridulce…

Hoy vuelve a ser un día amargo… El 6 de diciembre es el peor día del año para mí… Pero este año se le une a esta fecha otra tonelada de tristeza por un adiós que parece que será definitivo… Y hoy he vuelto a la casa de mi abuela, y he vuelto a remover sus cosas y a guardarlas en cajas… Y he rezado… Y me siento reconfortado… No sé cuánto me durará… Pero si me sirve de algo, seguiré rezando… No me da vergüenza decirlo… Al menos a algunos por los que pedí les está yendo bien… Y yo me alegro por ellos…


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