Blank

julio 2nd, 2004

– Supongo que quizás no os lo haya contado nunca… Me sorprende a estas alturas que aún haya algo que todavía no os haya comentado, la verdad… Pero es el peligro que se corre cuando se tiene un anfitrión con una mente olvidadiza e inquieta como la mía…

[El actor principal se da golpecitos con la palma de la mano en una de las sienes mientras ladea la cabeza… Como si intentara escurrir de una vez todo lo que tiene en su interior y sacarlo por el oído… Pero no parece haber éxito… Entonces recompone la postura y continúa con la función…]

– Si hay algo en la vida que me aterrorice realmente, es quedarme un día ciego…
Pensadlo fríamente… Apagar las luces del mundo que conoces para sumergirte en una oscuridad que no tendrá fin… No ver aun con los ojos abiertos… Convertir tu vida en mil tientos… En mil temores… Donde cada paso tengas que darlo con la precaución que requiere esa condición…

A pesar de saber lo terrorífico de esa desgracia, muchas veces he pensado que quizás sería un consuelo intentarlo… Ser ciego conscientemente, para no ver cosas que no me hubiera gustado ver o vivir cosas que no me hubiera gustado vivir…
No ver aun con los ojos abiertos… O mejor dicho… NO QUERER VER aun con los ojos abiertos… Aunque eso implique evitar la verdad… Mentirme a mí mismo… Porque a veces esa verdad duele…

En los últimos tiempos me ha abordado al pensamiento que la muerte no es más que una sucesión de pequeñas muertes que se van acumulando… Como las gotas de agua que caen de una gotera del techo en un barreño… Como agujas clavadas en un alfiletero… A medida que tu corazón se llena de tristeza, tú vas muriendo un poco más… Cuantos más sueños dejes por cumplir, más te acaban matando…

La semana pasada entró una chica ciega a la tienda donde a veces compramos galletas para desayunar en mi trabajo lejos de este escenario… Iba acompañada de una mujer mayor que le sostenía el brazo y que le acompañaba por el pasillo del pequeño supermercado con una cesta colgada al otro… La chica mantenía la cara alta y caminaba con paso torpe y dubitativo… Pero su sonrisa de felicidad era inmensa… Y esa misma sonrisa es la que me ha marcado todo este tiempo… Eso y su mano pasando suavemente sobre la caja de los melocotones, acariciándolos con el tacto que sólo esas personas pueden tener…

Ese y los últimos acontecimientos que han pasado antes mis ojos me han hecho recordar que ha llegado el momento de empezar a vivir… Cumplir mis sueños… Abrir los ojos y ver todo lo que quiera ver… Porque tengo ganas de vivir… Y de no quedarme ciego nunca…

[El protagonista desata un hilo que tenía amarrado a uno de los brazos de la silla en la que estaba sentado y lo sostiene con los dedos… En el otro extremo del hilo y flotando sobre su cabeza, un pez de colores deja ir pompas de jabón que brillan en la oscuridad…]


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    Un monstruo viene a verme
    (Patrick Ness)

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