The Pirate Song

agosto 20th, 2003

[El sonido de un ensordecedor vendaval aparece en escena mientras el telón empieza a alzarse lentamente… Relámpagos de luz en mitad de una penumbra azulada dan la bienvenida a los asistentes mientras una voz cavernosa resuena en el interior de la sala, relatando de forma pausada una vieja historia…]

“La nave se balanceaba hundiendo sus imbornales en las aguas. La botavara se tensaba violentamente de las garruchas, y el timón, suelto, golpeaba a un lado y otro… Las cuadernas crujían, y todo el barco resonaba como el hueco y viejo cascarón que era…”

[Casi a oscuras, sobre el escenario, parece divisarse la cubierta de un viejo galeón cuyo timón no tiene gobierno… Un fuerte viento cruza el escenario de lado a lado y pequeños trozos de papel plateado surcan el espacio reflejándose con la tenue iluminación y los relampagueantes flashes de luz… La tormenta es realmente estremecedora… La voz prosigue…]

“De repente la nave orzó y los foques restallaron; el timón dio un giro y toda la goleta se inclinó con una violentísima sacudida. La botavara cobró hacia la otra borda, chirriando su escota en los motones, y toda la banda de barlovento quedó al descubierto. Durante cierto tiempo, el barco continuó su rumbo a grandes bandazos como un caballo resabiado, a toda vela y sintiéndose crujir su arboladura. Su proa cortaba las aguas embravecidas, y las olas rompían y caían como lluvia de espuma sobre cubierta… Y entonces apareció él…”

[El protagonista entra en escena con dificultad intentando llegar al timón para dirigir la nave en medio de esa feroz tempestad… Su gesto de fuerza al controlar la pesada rueda de madera es un auténtico suplicio… Agua provinente de uno de los laterales le empapa hasta los huesos…]

“El mundo entero parecía girar vertiginosamente ante sus ojos… La cubierta se inundaba a cada acometida del violento oleaje, meciendo la nave como una botella de ron vacía… Con el dolor del aguijón de un escorpión en sus brazos asió las riendas del navío desbocado…”

– Mmmm… Es igual… Déjelo…

[El protagonista deja el timón y seca el agua que chorrea por su cara mientras los efectos de luz aún siguen destellando…]

“El mar enfurecido arrancaba la cólera más rabiosa de sus entrañas y…”

– Señor… Perdone… Puede dejarlo… Muchas gracias…

“¿Estás seguro?”, replica la voz, que no parece tener una procedencia definida…

– Sí, sí… Muchas gracias… Lo ha hecho muy bien…

[Entonces el viento amaina casi por arte de magia… La espuma púrpura deja cruzar el escenario… Y el último cubo de agua impacta contra el protagonista, que acepta la broma de buen grado… Mientras escurre la camiseta entre sus manos se dirige al centro del escenario para presentarse ante los asistentes…]

– Ya no quedan piratas como los de antes… Ni sus historias hasta hace poco eran como aquellas que nos estremecían de pequeño… Siento repetirme… No soy el único que ha sacado el tema a escena… Sí, yo también he sucumbido a Piratas del Caribe… Una película imprescindible y por la que merece la pena que el verano exista… Yo también me he emocionado al descubrir los parecidos que existen con Monkey Island… Pero también me he dado cuenta que toda aquella magia se ha perdido ya… ¿Qué queda del Capitán Blood? ¿Dónde está Willy el Tuerto? ¿¿Y Garfio?? ¿Qué me decís del Capitán Garfio? Ahora ya sólo son un puñado de huesos que deben descansar en algún lugar de esa mar que tantas veces habrán cruzado… Los piratas de ahora ni siquiera se dignan en llevar espadas… Ahora llevan camisas floreadas, apestan a cerveza barata y llevan escopetas recortadas… Asaltan a turistas y se quedan con sus cámaras de fotos… Tan triste como cierto… Se ha perdido todo el romanticismo de esa profesión… :(

Sólo queda recurrir a los libros para vivir de nuevo aquellas hazañas de tardes de pan con chocolate…

[Entonces el telón se cierra y a lo lejos una voz vuelve a escucharse…]

“La chica de pelo rojo se sentó cerca de la orilla, con los pies descalzos sobre la húmeda roca del escollo… Cogió el hilo con la punta de los dedos e hilvanó la primera cuenta mirando al horizonte… La brisa mecía su pelo suavemente… Mucho tiempo había pasado desde que empezó con aquel rito… Pero sus dedos no se habían acostumbrado a él y aún dolía… Como lo hacen los recuerdos a veces… O los “adioses” inoportunos… Pero seguía adelante… Engarzando ilusiones… Encadenando sueños… Mirando al horizonte y dejándose a bañar por la luz del atardecer…”

[Y el cuentacuentos sigue su relato con voz segura y pausada, mientras el sol empieza a ponerse en un horizonte no muy lejano…]


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    (Patrick Ness)

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