Diamond Sea

julio 5th, 2003

[No es habitual que haya representaciones a plena luz del día… Las funciones diurnas no son el fuerte del protagonista, que suele disfrutar de las estrellas siempre que sus obligaciones matutinas se lo permiten… Y los despertares nunca son fáciles cuando las noches están plagadas de sonrisas y sueños por cumplir hasta altas horas de la madrugada… :) La iluminación en la sala no es tan intensa como en las sesiones nocturnas y se limita a dejar pasar la luz del día que penetra por los laterales del escenario… Curiosamente, parece que tras el telón todo sea de una claridad absoluta… Como si nada existiera tras él…

Entonces el terciopelo se alza y el público contempla esa nada… Un inmenso desierto que se extiende sobre el escenario… Miles de dunas, algunas lejanas otras más cercanas, desperdigadas en el vacío de un paisaje muerto bajo un cielo sin nubes con un Sol abrasador colgado de él… El público de las primeras filas no puede evitar cubrir sus ojos con la palma de sus manos a modo de visera para mitigar su impresionante destello… Todo es silencio… El tiempo parece detenerse contemplando aquella desolación sin límites…
De repente una mano aparece por uno de los laterales del escenario… Se agarra a la arena con fuerza… Como si estuviera a punto de caer de ella y se aferrara con fuerza para evitarlo… Poco a poco una figura se arrastra sobre la fina arena blanquecina que cubre el escenario… Su piel tostada aparece entre los harapos de la ropa que aún conserva… Con esfuerzo consigue llegar al centro de lo que antes eran las tablas de un escenario… Entonces se incorpora, no sin dificultad, y sacude su polvorienta y rasgada vestimenta… El aspecto del protagonista no es del todo malo, no más de lo habitual… Entonces da inicio a una desértica función de tarde…]

– Hola… Llevo un tiempo algo alejado de aquí… Parte de la culpa la tiene nuevamente mi máquina de sueños… Creo que el calor no le sienta bien y vuelve a hacer de las suyas… Para colmo los caseros del teatrillo me están haciendo un poco más difícil la vida de un tiempo a esta parte… Parece ser que no les gusta que mi gato ronde entre los cubos de basura por la noche… Pero su cuidadora está algo lejos ahora y por el momento debe conformarse con ese tipo de comidas… Yo soy demasiado desastre para estas cosas… :) Espero que todo se solucione pronto y pueda volver a la normalidad… Os agradezco vuestra paciencia, sin duda mucho mayor que la mía…
La otra parte de culpa la tengo yo… Y no tengo excusa para ella… Espero que me perdonéis… Sólo es que intento salir de este desierto de una vez… Pero como veis… No es nada fácil…

[El protagonista dirige su mirada a lo que aguarda a sus espaldas para ver el infinito océano de arena que se extiende tras él… Luego vuelve la mirada al patio de butacas y prosigue…]

– Viendo todo esto acuden a mi memoria las clases de ciencias naturales del colegio y uno de los profesores que más me marcaron… El Hermano Eusebio, con su sempiterna bata blanca y su pipa encendida a partir de las cinco y media de la tarde, cuando nos vendía minerales en clase por 25 pesetas… Los buenos a 50… Los excepcionales de 100 en adelante… Claro que si eras buen alumno daba vales para canjearlos por ese tipo de maravillas, y yo no es que fuera mal estudiante del todo… ;) Fue él quien despertó en mí la afición de coleccionar minerales y piedras curiosas y de escudriñar cada uno de los detalles y cortes de cualquier piedra que se me pusiera por delante… El mismo que nos explico que los diamantes no son más que arena expuesta a altas temperaturas y presiones, que acaba con el tiempo formando esos cristales… Simple carbono con suerte… :) Es toda una contradicción que estando rodeado entonces de tanta riqueza, aun en estado primitivo, se sienta uno el hombre más desdichado del Universo… Pero eso sucede… Y a veces no es necesario ni tan siquiera retirarse a un desierto para sentirse así…

[El protagonista calla por un instante, mientras revisa sus vestiduras… Luego prosigue…]

– Debo dejaros… Espero volver pronto… Me quedan aún algunos desiertos por cruzar, pero seguro que al final encontraré mi oasis… Mantengo la esperanza…

[…Y entonces el protagonista se encamina a una pequeña duna situada al lado contrario del escenario por el que saltó a escena… Tras superarla, el mar de diamantes vuelve a cubrirlo todo…]


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    Un monstruo viene a verme
    (Patrick Ness)

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