Round & Round & Round

marzo 6th, 2002

– Supongamos que Françoise (un niño que vive en pleno centro de París) consigue al fin que su abuelo le dé una moneda para comprar en la tienda de la esquina esos caramelos de fresa que tanto le gustan y que casi no le caben en la boca… La dependienta, Natalie, sonreiría al ver que el pequeño Françoise se atreve a abrir la pesada puerta de la tienda él sólo, y poco después de cerrar al mediodía iría a tomar café con las amigas…
Supongamos que la dueña de la cafetería sale a media tarde a comprar un regalo de cumpleaños a su hermana. No sabe qué comprar realmente, pero al fin se decide por un bonito bolso que ha visto en un escaparate de una boutique de las afueras… Clarisse ha abierto hace poco la tienda, pero las cosas no van del todo bien y está liquidando todos los artículos… Clarisse cierra la persiana ya bien entrada la noche y se dirige a la ermita de Saint Exupéry a pedir algo más de suerte en su vida… Enciende unas velas y deja un donativo en el cajetín…
Supongamos que el párroco se levanta cuando el amanecer del nuevo día atraviesa los coloridos ventanales de la ermita y tras hacer las tareas matutinas que su oficio le dicta se dirige al mercado a comprar algo de fruta… Unas enormes naranjas son su mejor elección; el tendero le comenta que no encontrará otras mejores en todo el mercado (¿y quien va a mentir a un cura?). El mercado cierra al final de la mañana. Las furgonetas cargan con lo poco que no se ha vendido y emprenden el camino de vuelta a casa. Frederick ha podido sacarse de encima el cargamento de naranjas que trajo de Valencia, claro que a nadie dice que sean españolas, porque eso le podría acarrear problemas innecesariamente… Las subvenciones son pocas, la tierra es mala, y es más rentable comprarlas a esos pobres brutos españoles por una miseria y venderlas a precio parisino entre los suyos.
Supongamos que Frederick paga la parte que aún debía del cargamento a Jaime, un chaval que ha empezado como transportista hace poco, y éste arranca el camión de vuelta a Valencia. A medio camino para en una gasolinera para repostar; hace un día gris y frío, y bajarse de la cabina no hace demasiada ilusión tras llevar bastantes horas encajado en el asiento. Compra alguna cosa para comer y al buscar el dinero en su bolsillo una moneda cae al suelo y rueda lo suficiente como para quedar atrapada bajo un flamante coche que repuesta justo al lado. Paco no se da ni cuenta…
Supongamos que Ernesto acaba de salir del cole por la tarde y pasa justo por la gasolinera para ahorrarse unos cuantos metros con esa pesada cartera a la espalda… Al pasar cerca de la caja, recae en una moneda descuidada y se agacha a recogerla… Aún le queda subir una larga avenida cuesta arriba para llegar a casa, pero al final le espera una deliciosa cafetería con los mejores bollos que haya probado jamás… El esfuerzo de la ascensión merece la pena…
Supongamos que un cliente el día siguiente entra en la cafetería, pide un croissant y tras bromear con las dependientas, una de ellas le devuelve 20 céntimos. Luego vuelve al trabajo, rodeado de ordenadores y cables por doquier…

…entonces, si suponemos todo eso, la moneda de Françoise podría ser esta…

[El actor extiende su mano al público…]


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    Un monstruo viene a verme
    (Patrick Ness)

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