The World Has Turned And Left Me Here

enero 22nd, 2002

Uno de los pocos placeres que puedo permitirme de vez en cuando (aunque últimamente no haya podido porque la faena aprieta) es ir a desayunar a media mañana a la cafetería que hay una calle por encima de la empresa donde me “entretengo” cuando no ha llegado la hora de la función. Si no puedo, suelo ir de todas formas a comprarme alguna de las delicias que elaboran las dependientas (porque sí, todas son dependientas, y por cierto muy majas todas, y con nombres tan bonitos como Esmeralda).

Pero lo que realmente me gusta es esa sensación que tienes cuando miras a través de las ventana de la cafetería, sentado esperando a que te sirvan ese croissant de chocolate y el cortado que has pedido y descubres que hay un mundo a tu alrededor que no para de girar aunque tu te detengas un momento; te bajes del carrusel para coger aire, y vuelvas otra vez a comprar una ficha al dueño de la atracción. Ves como pasan los coches dando vueltas a la glorieta que hay justo enfrente, y la gente que pasa acelerada por delante del ventanal, cada una con mil historias por contar… Y mientras, estás tú allí, observando y creyéndote un ser privilegiado por poder disfrutar de estos momentos que te regala la vida.

El teatrillo se ha llenado lentamente de un aroma exquisito a bollos recién hechos y a condes rellenos de mermelada de fresa. El protagonista cierra los ojos y olisquea embelesado la fragancia de esas delicias y de repente, saca algo de unos de sus bolsillos:

– Por cierto, ¿un palito? – dice ofreciendo al respetable la bolsita de palitos cerrada con su arandela blanca. – Es que lo hemos declarado alimento oficial del departamento y siempre tenemos alguno por la mesa… :)


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    Un monstruo viene a verme
    (Patrick Ness)

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