El refugio de Superman

mayo 20th, 2014

[Ventisca… Ese aire que revuelve la arena del desierto y que impide a cualquier bicho viviente que respire con facilidad… Que nubla la vista, que llena los ojos de polvo, que asfixia… El vendaval recorre los páramos desérticos sin respetar nada de lo que encuentra a su paso… Su fuerza derriba lo que intenta levantarse y detiene el avance de aquello que se atreve a interponerse en su camino… Sólo los locos podrían atreverse a aparecer sobre las tablas del teatrillo… Pero siempre hay algún loco que desafía lo que el destino depara… La vida salpica su paso con valientes de esa clase…
Las primeras filas se retuercen en sus butacas intentando refugiarse del viento y todo lo que arrastra… Algunos han cubierto sus bocas con pañuelos para poder respirar y la mayoría entrecierran los ojos para protegerlos de los zarpazos de arena que llegan… En esas condiciones no todo parece ser lo que es… Las siluetas se recortan de forma caprichosa… Lo que parece un arbusto, es una roca… Lo que parece un tronco seco son sólo unas cañas clavadas en la arena… Lo que parece un protagonista, a lo lejos, no es más que un pequeño zorro que camina con dificultad… Pero si se aparta el sonido del vendaval, si se entrecierran los ojos, si se escucha con algo más que los oídos, puede leerse en su mente el relato de una función agónica…]

desierto

– Días como ayer o noches como las dos últimas, tienen que existir… Días en que te ahogas… En que las fuerzas faltan… Días en que el cuerpo te duele horrores, como si te hubieran arrancado una parte de él… Porque en cierta forma eso es lo que ha pasado… Días en que echas de menos… En que añoras las viejas aventuras… Las llamadas… Su voz… Y días en que te das cuenta de que ya no significas nada… Que eres un cero… Una historia perdida en algún recuerdo… Nada… Y que otros escriben su historia por ti…
Los sueños duelen… Son impredecibles, pero a veces preferiría no tenerlos, porque el rastro que dejan es demoledor… Volver a hablar con Ella… Reírnos como siempre… Sentirla otra vez cerca, sin despedidas… Oler su pelo…
Sólo queda el consuelo de que el día siempre acaba; que la noche, por muy larga que parezca, llega a su fin… Como los desiertos… Y que después de haber visto las agujas del reloj girar durante toda la noche, el nuevo día quizás no empiece con esos tintes… Si no te aferras a esa esperanza por llegar a encontrar la última duna, aunque sea lejana, mueres… Y no quiero seguir muriendo toda mi vida… Sólo necesito dormir… Y encontrar lo mejor de mí mismo…

Días como ayer o noches como las dos últimas, tienen que existir… Para que uno se dé cuenta de cuándo ha llegado al final… Al destino que se ha marcado en el mapa… Encontrar la Fortaleza de la Soledad… «Hay que salir de aquí…»

La Fortaleza de la Soledad


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    Un monstruo viene a verme
    (Patrick Ness)

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